“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”
                              Benjamin Franklin

Cuando hablamos de fracaso escolar nos referimos a aquellos alumnos que no han alcanzado el rendimiento medio según su edad y nivel pedagógico.

El único recurso del que disponemos para valorarlo son las calificaciones escolares, a partir de los dos suspensos al finalizar el curso o suspender diferentes materias de forma sistemática, sería un indicativo de posible fracaso escolar. El sistema escolar actual está planteado en términos de triunfo o fracaso, esto lleva a etiquetar al alumno como “fracasado” de forma muy injusta ya que no aporta soluciones.

El alumno, es una persona con una idiosincrasia única y unos factores añadidos tanto a nivel social, cultural como de vivencias que deben ser valoradas y tenidas en cuenta a la hora de buscar soluciones. Existen, por lo tanto, varios factores que pueden influir en el fracaso escolar y no todos se pueden atribuir exclusivamente al alumno.

Algunos de los factores que podrían desencadenar el fracaso escolar en un alumno podrían ser:

  • Dificultades para el aprendizaje del cálculo (discalculia), escritura (disgrafía) o aprendizaje y desarrollo de la lectura (dislexia)
  • Trastornos de aprendizaje como el Déficit de atención, incluso unido a la hiperactividad, impulsividad…
  • Trastornos psicológicos o emocionales
  • Problemas visuales o auditivos

 

La detección y valoración psicopedagógica exhaustiva es de suma importancia para abordar cuanto antes los problemas y hacerlo desde un enfoque multidisciplinar dónde alumno, padres, colegio y soporte psicopedagógico trabajen juntos para la consecución final del éxito.

 

No debemos olvidar otros factores que pueden crear o agravar el problema del fracaso, entre otros:

un sistema escolar que no enseña a pensar, a razonar o a ser crítico sino a memorizar y que no fomenta el aprendizaje vivencial. Un sistema que no tiene en cuenta la edad evolutiva del alumno sino la edad cronológica.

Unos profesores que en muchas ocasiones se encuentran desbordados y frustrados por la diversidad del alumnado y los pocos recursos de los que disponen, por su pérdida de autoridad y por la falta de disciplina que cada día más niños y jóvenes presentan.

Una sociedad que valora más el dinero y la fama que la cultura y el esfuerzo, no es de extrañar que ahora los niños y jóvenes quieran ser youtuber antes que astronauta o médico.

Las nuevas tecnologías y las redes sociales también interfieren, de hecho, se asocia el uso de las nuevas tecnologías a partir de tres horas al día con el fracaso escolar, empezando cada vez a una edad más temprana.

 

LA IMPORTANCIA DE LA FAMILIA

 Es fundamental crear un buen ambiente familiar, dónde ambos progenitores se involucren en la educación y crianza de sus hijos, teniendo especial cuidado en no delegar las responsabilidades en otras personas y sobrecargar a los hijos de actividades extraescolares. Es muy importante el diálogo con ellos, interesarse cómo les ha ido en el colegio, que han aprendido, preguntar por sus amigos, sus juegos… no ceñirnos sólo a la parte académica sino también a la parte social. Reforzar su autoestima, valorando sus logros y esfuerzos. Hay que enseñarles que los fracasos forman parte de su aprendizaje y enseñarles también a buscar soluciones de una forma positiva.

Los padres tienen un papel fundamental a la hora de crear unos hábitos y rutinas de estudio.

La comunicación con el Centro escolar es indispensable, una buena comunicación con los profesores y un trabajo conjunto entre los padres y el equipo docente puede incluso determinar el éxito escolar y personal del alumno.

A ningún niño o adolescente le gusta suspender, todos buscamos la felicidad y los suspensos no les hace felices. Debemos implicarnos y comprometernos todas las partes: sistema escolar, profesores, familias, sociedad y médicos para conseguir minimizar el fracaso escolar entre nuestros niños y jóvenes.