Una emoción básica: la ira
La ira es una emoción básica que, a pesar de provocar malestar (en quien la padece y en los demás) no deja de ser necesaria y adaptativa y cumple un cometido fundamental para nuestra supervivencia: nos impulsa a defendernos en situaciones injustas o cuando nos sentimos agredidos o en peligro, hace que nuestra energía se dispare y nos mueve a tomar acción.
Pero, no debemos perder de vista que, cuando perdemos el control sobre esta emoción, al igual que con cualquier otra, nos puede jugar en contra y, en el caso de la ira, al tratarse de una respuesta emocional intensa, se producen también unos cambios fisiológicos como puede ser el aumento de la frecuencia cardiaca o de la presión arterial, de la frecuencia cardíaca, cambios a nivel hormonal y también cambios cognitivos que pueden conducirnos a tomar decisiones equivocadas, llevadas por la precipitación y el descontrol de esta poderosa emoción. No sin razón, se escucha tantas veces que, en mitad de un enfado, uno toma malas decisiones.
Por ello, es importante aprender a gestionar esta emoción, siendo capaces de controlar este impulso mediante la razón y de ofrecer una respuesta proporcional al estímulo que nos ha perturbado, entendiendo que, aunque un momento puntual, el enfado es sano, si la ira toma el control de nuestro cmportamiento o se torna una constante puede llegar a convertirse en algo sumamente destructivo.
La ira: pros y contras
Como hemos visto, la ira es una emoción más que cumple una función en nuestra vida y, aunque si no se gestiona correctamente puede traernos problemas, existen algunos aspectos positivos en dicha emoción, por ejemplo:
- La ira es una señal de alarma que nos protege en determinadas situaciones: nos lleva a reaccionar en situaciones injustas, amenazantes y frustrantes y a encontrar planes alternativos para poder dar solución a dichas situaciones.
- Nos carga de energía para poder reaccionar y protegernos.
- Si la expresamos correctamente, la ira sirve para limpiar nuestro interior de emociones negativas.
- Es una herramienta que sirve para que seamos capaces de defender nuestros derechos frente a los demás y a resolver los conflictos que puedan presentarse.
Pero, por otro lado, una gestión incorrecta de esta emoción tan intensa puede generar en nuestra vida problemas importantes. Entre los contras de un arrebato de ira mal gestionado encontramos:
- Puede hacer que no tengamos claridad en el pensamiento, que actuemos por impulso y no tengamos en cuenta las consecuencias, llevándonos a tomar malas decisiones.
- En ciertas ocasiones puede resultar una forma de defensa innecesaria.
- Puede causar enfermedades cardiovasculares si se produce de manera frecuente.
- Afecta negativamente a nuestras relaciones sociales.
- En los casos más graves puede llegar a ser muy disfuncional e, inclusive peligrosa, para uno mismo y para los demás.
Estrategias para gestionar de forma correcta la ira
Darse un instante para reflexionar
Tomarse unos segundos antes de reaccionar es muy importante para ser capaces de tomar conciencia de la emoción, tranquilizarnos y evitar las reacciones impulsivas antes de hablar o actuar.
Encontrar el motivo de nuestro enfado
Determinar cuál es la razón que ha impulsado nuestra emoción es fundamental para poder racionalizarla y entenderla des un punto que nos ofrezca algo más de perspectiva.
Practicar la relajación
Tomarnos unos minutos de más para hacer algo de ejercicio, practicar la relajación o respirar pausadamente sirve para que nuestro organismo se equilibre de nuevo, bajando nuestro ritmo y devolviéndonos la calma suficiente para poder afrontar la situación que nos ofende desde otro ángulo y no desde la reactividad o la irracionalidad.
Verbalizar con honestidad y tranquilidad el motivo de nuestro enfado
Una vez hemos conseguido relajarnos es importante que seamos capaces de sacar de nosotros esa emoción de forma controlada. Por eso es importante la honestidad, ya que evitará posibles resentimientos, pero siempre tratando de expresarnos con empatía, respeto y de manera asertiva.
No dejarnos ganar por el resentimiento
Aún así, debemos saber dónde poner el freno y debemos ser capaces de no ceder frente a resentimientos o rencores, colocando los hechos en su lugar y evitando que esas emociones negativas se alarguen en el tiempo. Es importante comprender que, la ira, no solo daña a los demás, también es una emoción muy negativa para nosotros mismos.
Poner distancia
Independientemente de todo, en algunas circunstancias, es importante que seamos capaces de poner distancia cuando hemos sentido una ira profunda, con la persona que la ha provocado o con la situación. La distancia es saludable, nos ayuda a adquirir perspectiva y a terminar de calmar nuestra mente y nuestras emociones.
Buscar el equilibrio
En cualquier caso, debemos buscar el equilibrio. Las emociones en sí, no son negativas ni positivas, pero debemos entender que, cuando escapan a nuestro control pueden resultar nocivas tanto para nuestro bienestar como para las relaciones con los demás. Al respecto de la ira, debemos tener claro que ciertas actitudes pueden acrecentarla y hacernos perder el autocontrol, como rumiar acerca del asunto que nos enfada, negar su existencia o negarnos el permiso para sentir enfado (acaba generando más frustración), pero también, desfogarla de manera inapropiada, pues este sentimiento suele estimularse cuando se le da vía libre y puede hacernos caer en un círculo vicioso de enojo y frustraciones.
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