Entre los adolescentes, los roles sexistas y la normalización de la violencia de género, también se encuentran presentes.

Los mitos acerca del amor romántico o la repercusión de Internet y las redes sociales en sus procesos de socialización, contribuyen de alguna manera a este tipo de conductas, sobre todo las relacionadas con el control. Al igual que, por ejemplo, la influencia de la pornografía, que afecta directamente a las ideas que los más jóvenes se forman de la sexualidad.

Datos alarmantes

Conforme a los datos recogidos de la Macro-encuesta de Violencia de Género del Ministerio de Igualdad en el año 2019, 1 de cada 4 adolescentes de entre 16 y 18 años padece algún tipo de violencia de género: violencia física en el 6,2 % de los casos, violencia sexual, en un 6,5 % de los casos, en un 16,7 % de los casos violencia emocional y el 24,9 % de estas adolescentes padecieron violencia psicológica o de control.

A todo esto, se suma un nivel de negacionismo de esa misma violencia que hace todavía más preocupante la situación, pues según los datos del Barómetro Juventud y Género de la Fundación FAD, 1 de cada 5 adolescentes de entre 15 y 29 años considera que la violencia de género no existe. Este hecho, clarifica porqué el 67% de las víctimas adolescentes no es consciente del maltrato.

Ser conscientes, el primer paso para comenzar a cambiar las cosas

la Ley Orgánica de Medidas de Protección integral contra la violencia de género se promulgó en España en el 2004, pero a pesar de los avances, es necesario crear una conciencia del problema a todos los niveles, especialmente en los primeros estadios de este tipo de violencias, durante la adolescencia, pues es en esta etapa en la que se forma el caldo de cultivo de un problema que crece con el tiempo y que algo más tarde puede resultar fatal.

Esta violencia no suele presentarse de un momento a otro, suele tratarse, por el contrario, de un proceso lento que comienza con señales de dominación y control masculino, generalmente muy sutiles y va creciendo, pasando después a una fase de tensión a partir de la cual se desata la agresividad ya de forma más directa, intensa y frecuente.

En el ciclo de esta violencia, la fase de “luna de miel” se encarga de perpetuar las agresiones, pues para la persona que la padece, resulta muy complicado no entrar en un estado de confusión que, sumado a los sentimientos de inseguridad y al apego insano, propician el mantenimiento de este tipo de relaciones nocivas.

Las víctimas de la violencia, en la mayor parte de los casos y, debido precisamente a este proceso paulatino que ha ido minando su autoestima, terminan sintiéndose incapaces de plantar cara a sus verdugos y se ven abocadas a una espiral de miedo, estrés, ansiedad, indefensión, fragilidad, depresión, dudas e incertidumbres.

En todo esto afecta de forma muy negativa el modelo de amor romántico que todavía tienen una gran vigencia en nuestra sociedad y que se mantiene como un paradigma de amor dominante, donde actitudes como los celos son percibidas de forma incluso positiva y gestos de violencia son normalizados y aceptados sin mayores cuestionamientos.

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Prevención desde la educación

La educación es fundamental a la hora de prevenir la violencia de género. Educar en igualdad de derechos y fuera de los paradigmas de carácter androcéntrico y patriarcal, incluyendo de manera transversal en las materias y el currículo de los centros educativos programas específicos destinados a concienciar a los más jóvenes acerca de este hecho.

Es sumamente necesario para que la sociedad avance y para que desaparezca la lacra de la violencia tomar medidas en materia de Educación cívica, educación para la ciudadanía y los derechos humanos, así como en materia de igualdad entre hombres y mujeres, ayudando a los más jóvenes a adquirir consciencia del problema, aprender a identificar sus síntomas y adquirir herramientas para relacionarse de forma saludable.

En Orientak somos especialistas en Salud Mental, si buscas ayuda o asesoramiento al respecto, no dudes en contactar con nosotros.